«Que lo que hagas, te apasione» por Minerva Santana

Hace unos días, caminaba por la calle y me detuve en una terraza a tomar un café. Debía hacer una llamada importante y aproveché para sentarme al aire libre. A mi lado, en una mesa contigua, tres señoras charlaban animadas. No es que quisiese escuchar la conversación, pero mi interlocutor me pidió unos minutos y quedó en devolverme la llamada. Estuve tentada de abrir las redes sociales y ojear fotos y textos que amigos y conocidos comparten casi a diario. Pero corría una suave brisa, era temprano y decidí observar lo que tenía a mi alrededor y detenerme en las sensaciones del momento.

Como la mayoría de los autónomos y trabajadores por cuenta propia pocas veces me puedo permitir lo que podríamos llamar «perder el tiempo». Tenía por delante un día de mucha actividad, citas, revisiones de las cuentas de un par de clientes; temas laborales del día a día a los que debía sumar tareas relacionadas con la vuelta al cole de mi hijo. El tiempo es el mayor valor de cualquier autónomo, y el uso que hacemos de él y cómo lo organizamos, uno de nuestros grandes valores, y por qué no decirlo, retos.

Pero sí, decidí no hacer nada mientras esperaba con el móvil en la mano a que me devolviese la llamada. Sin querer, la conversación de la mesa de al lado llamó mi atención. Hablaban sobre el futuro profesional de sus hijos, no sabría determinar la edad de estos, pero las mujeres intervenían y se interrumpían exponiendo sus opiniones. Estaban todas de acuerdo en que lo mejor era contar con un sueldo a fin de mes y garantizarse la jubilación. (Hago un inciso: tal y como está cambiando todo no sé si llegaremos a jubilarnos) Una de ellas, insistía en que intentaba convencer a su hijo para que preparase unas oposiciones. Que si tienes el futuro garantizado, que si sales del trabajo y te olvidas, que no te pueden echar, que si vas a pedir un préstamo te lo dan con los ojos cerrados… Y así, un argumento tras otro. Por un momento, casi me planteé yo misma, dejarlo todo y apuntarme a opositar. Las demás le daban la razón en cada cosa que decía.

Me abstraje, dejé de escucharlas y me sumí en mis propios pensamientos y reflexiones. En los procesos de selección de personal para las empresas con las que trabajamos, nos encontramos en multitud de ocasiones con esa mentalidad. Jóvenes que lo primero que te preguntan es horario, sueldo y qué vacaciones van a tener. En algunos casos no cuentan ni con experiencia previa, pero comienzan exigiendo. Cuando les preguntas qué pueden aportar ellos a la empresa, se quedan callados. Pueden tener currículos brillantes, expedientes académicos excelentes, e incluso cursos complementarios de formación, pero carecen de lo más importante: ganas, ilusión, entender que en tu puesto de trabajo pasas gran parte de tu día y vida, ganas de aportar, de innovar, de generar valor a la empresa de la que forman parte.

La señora de la mesa de al lado, la que llevaba la voz cantante, dijo entonces algo así como «ya le he dicho que no se complique». Al parecer su hijo quería montar una empresa porque tenía una idea de negocio y ella, su madre, le quitaba las ganas y le animaba al funcionariado. Es cierto, que a las madres no nos gusta ver a nuestros hijos sufrir, haríamos lo que fuese por ahorrarles el sufrimiento, pero si estás leyendo esto, espero que estés de acuerdo conmigo, también debemos impulsarles a desplegar sus alas y no atarlos a las cadenas de nuestro miedos y perjuicios.

  Ser emprendedor en nuestro país no es sencillo, nadie ha dicho lo contrario. Supone arriesgar, esforzarse, competir contigo cada día para ser mejor profesional. Posiblemente nunca volverás a disfrutar despreocupado de unas vacaciones, te acostarás muchas noches buscando la solución para un problema concreto o dándole vueltas a una nueva apuesta por la innovación. Ser emprendedor es hacer malabares muchos meses para pagar sueldos, impuestos, para dar la mejor atención a tus clientes, aunque le falten horas a tu día. Es ser resiliente y adaptarse continuamente a los cambios, aunque a veces las fuerzas flaqueen. Es generar empleo y, por tanto, generar bienestar en nuestro entorno. El motor de este país somos los pequeños empresarios y autónomos, y aunque tengamos la sensación de que somos los grandes olvidados de nuestros gobernantes, somos los que contribuimos cada día, cada instante, a que el estado de bienestar, tal y como lo conocemos, se mantenga y no se desplome como un castillo de naipes.

En plena reflexión, me llamó mi cliente. En medio de esta crisis que vivimos quiere abrir una nueva línea de negocio. Me contó, por encima, la idea, quería reunirse con nosotros para que le ayudásemos a estudiar la viabilidad y asegurarse de que lo que tenía en mente no era una locura. Estaba entusiasmado. Quedamos una hora después en el despacho.

Cuando llegó, le brillaban los ojos mientras nos explicaba el proyecto que se le había ocurrido. En tan solo unos minutos fue capaz de contagiarnos su ilusión y entusiasmo. Le llamaré Manolo, nombre ficticio por su puesto. Nos pusimos manos a la obra con su plan de empresa, barajando posibles líneas de financiación, estudiando al milímetro la viabilidad de su proyecto. «Minerva, me va a explotar la cabeza con tantas ideas y números. ¿Nos tomamos algo aquí al lado?» Y así, acabé con Manuel sentada de nuevo en la terraza de un bar. Entonces, este cliente, que aún no ha cumplido los 30 años, me explicó que en su casa no le entendían, que le animaban a buscar un trabajo por cuenta ajena y tener una seguridad a fin de mes. Me resultó curioso que en tan solo unas horas me enfrentase al mismo tema desde dos puntos de vista diferentes. Le dejé hablar. «Minerva, yo no concibo la vida sin ponerle pasión a lo que hago, es lo que me ilusiona para despertarme cada mañana e ir a trabajar».

Manuel se fue poco después y nos quedamos trabajando en los números de su nuevo proyecto empresarial. No es que sea un inconsciente o un idealista, me consta que en estos últimos meses no lo ha pasado bien con los ERTE, con un negocio que tenía más gastos que ingresos, pero tiene algo que no enseñan en los colegios, universidades o en los másteres más prestigiosos: actitud, ganas de evolucionar y se trabaja la resiliencia.

Que nadie interprete mal mis palabras ni esta reflexión, la sociedad la conformamos todos y todos los puestos son necesarios, pero ojalá, nos dediquemos a lo que nos dediquemos, hagamos lo que hagamos, todos le pusiésemos cada día pasión y entusiasmo a nuestro trabajo. En una sociedad que no valora el esfuerzo, el sacrificio, en la que sus miembros no buscan ser mejor cada día sino la estabilidad y hacer lo mínimo, falla algo, y más si somos los propios padres los que en un ejercicio de sobreprotección limitamos su talento, su creatividad, sus ganas de aportar y los cubrimos de nuestros miedos.

Acaba de arrancar septiembre, el mes de los propósitos, de los nuevos comienzos y quiero recordarte que estamos aquí. Mi pasión es despertar cada día para materializar tus proyectos, darte la mano para hacerlo realidad y contribuir a que todo el equipo de González Abogados y Asesores se le iluminen los ojos como se te iluminan a ti.

   Si te decides a emprender, cuenta con nosotros. Tú pones las ideas y nosotros te aportamos las herramientas.

 

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