19 de noviembre: día de la mujer emprendedora. Tal y como están las cosas más nos valdría que todos los días en el calendario conmemorásemos que hay personas que un día se levantan y deciden llevar a cabo esa idea que durante tanto tiempo llevaba rondándoles por la cabeza. Gracias a esas mujeres y hombres que se deciden a apostar por crear una empresa, por montar una tienda, un restaurante o un negocio, hemos conseguido en España los niveles de bienestar a los que estábamos acostumbrados antes de que llegase esta dichosa pandemia. Los emprendedores, y por tanto, las emprendedoras, tanto unos como otras, merecen que cada día nos acordemos de ellos y ellas e incluso que salgamos al balcón a darles un aplauso, casi como el de los sanitarios, ya que son muchos los que luchan y no tiran la toalla, aunque el sueño por el que tanto han trabajado se encuentre en plena crisis vital, en la UCI. (Dije algo parecido en un post anterior, pero es que este momento lo merece.)
Mujeres y hombres, hombres y mujeres, muchas veces de la mano, esos aventureros que dan un paso más y apuestan por perseguir sus sueños y por seguir su vocación, aunque eso suponga en la mayoría de las ocasiones renunciar a otras muchas cosas, entre ellos los momentos de tranquilidad que aporta un sueldo a fin de mes. Todo lo contrario, a partir de ese momento, son ellos y ellas los que deberán preocuparse en que más allá de un sueño se convierta en un negocio viable, en atraer clientes, en llegar con saldo para pagar los impuestos y por supuesto, para poder pagar las nóminas y así convertirse en distribuidores de riqueza. Son verdaderos malabaristas que se suben a una montaña rusa gigante en la que la mayoría de los casos, el esfuerzo que se ponga no es directamente proporcional al beneficio que se obtiene. Viajan en un vagón en el que un día estás arriba, y al día siguiente estás cayendo en picado por algo que posiblemente no depende directamente de ti, pero que sin embargo, te da en la línea de flotación y tienes que hacer el pino con las orejas para frenar ese descenso. No hay mejor ejemplo, que la situación actual. Ni en nuestras peores pesadillas hubiéramos barajado unos circunstancias como las actuales, en las que en la montaña rusa subimos y bajamos varias veces en un mismo día.
Volviendo estrictamente al tema que nos ocupa, parece que lo de «emprendedoras» haya surgido hace relativamente poco tiempo, que antes, lo de emprender, fuese solo masculino. Quizá no hace tantos años, las mujeres no tenían acceso a una formación universitaria o profesional, quizá estuviesen educadas para criar a sus hijos, que no es poco trabajo, pero las mujeres, desde siempre han sido —hemos sido— grandes emprendedoras aunque no recibieran un sueldo o una remuneración por ello. ¿De quiénes han partido la mayoría de iniciativas solidarias de este país, antes llamadas de caridad? De las mujeres, que se agrupaban para organizarse entre ellas y ayudar a los más necesitados. Ser emprendedora y mujer, siempre ha ido de la mano. Ahora, además, las mujeres contamos con las herramientas para llevar el emprendimiento al terreno profesional y estamos demostrando, con creces, que somos capaces de cualquier cosa que nos propongamos, que podemos llegar a ser además de grandes profesionales, grandes líderes. Lo llevamos en el ADN, llevamos siglos y siglos negociando con padres, maridos e hijos, con la de la tienda para que nos lo dejase fiado o con la maestra para que diese a nuestro hijo otra oportunidad. Todas esas habilidades y muchas más, esas cualidades innatas por el hecho de ser mujer, las hemos extrapolado al ámbito empresarial. Pero además, a eso hay que sumar una cosa más, algo que tiene que tener cualquiera que quiera triunfar en el mundo de los negocios: hambre. Hambre entendida como ganas de prosperar, de superarnos a nosotras mismas, hambre por ser cada día mejores.
Ese afán de superación es por otro lado nuestro mayor handicap, somos capaces de sobrecargarnos hasta límites insospechados para sacar un proyecto adelante. En eso los hombres nos llevan ventaja, y no por eso que dicen de que «son más simples», quizá son más «descomplicados», y posiblemente en eso tenga que ver que llevan mucho más tiempo que nosotras emprendiendo en el terreno profesional. Pero estoy convencida, y cada día más, que terminaremos viendo como las mujeres emprenden sin generarse ellas mismas tanta presión. Algún día. Porque solo si somos capaces de encontrar ese equilibrio seremos realmente felices con lo que hacemos y conseguiremos mantenerlo en el tiempo sin tener que elegir entre emprender y la maternidad. Que aunque por suerte, ahora mismo también es una cuestión de elección, no debemos olvidar que una sociedad sin niños es una sociedad que está condenada a desaparecer; y la maternidad, por el momento, no la podemos delegar. Por ello es el día, cada día, todos los días, pero hoy tenemos esta excusa, para reclamar, aunque sea un poquito, desde esta pequeña ventana, más apoyo por parte de los gobiernos e instituciones para todos esos mujeres y hombres valientes que crean empleos, se autoemplean y además apuestan por tener una familia.
Quien diga que los hombres y las mujeres somos iguales, se equivoca. Somos complementarios y cada uno tenemos unas cualidades intrínsecas específicas y a veces, más desarrolladas. Ni uno es más que la otra, ni la otra más que el uno. En todos los equipos somos necesarios hombres y mujeres porque todos tenemos puntos de vistas que aportar y todos juntos configuramos la sociedad y la base de la misma, las familias. Por eso hoy, día de la emprededora, desde González Abogados y Asesores os dedicamos estas líneas a todos esos locos aventureros, mujeres y hombres, que sueñan con prosperar y lo hacen pasando a la acción y arriesgando, aunque a veces el precio sea alto. Si nos necesitas, estamos aquí para acompañarte en el camino, quizá podamos aliviarte la presión de vivir en esa montaña rusa. Somos compañeros de viaje.
Si has llegado leyendo hasta aquí y eres mujer emprendedora te dejamos este enlace a nuevas ayudas de las que podrás beneficiarte: haz clic AQUÍ
