Vacaciones y rupturas de pareja: Cómo separarse y conservar una buena relación

Agosto. Mes de vacaciones por excelencia en nuestro país. Agosto suena a días de descanso y nos trae la imagen de aguas cristalinas de playas y piscinas; de noches en las que acostarse tarde porque no hay que madrugar. Las noticias que hasta ahora nos parecían importantes pierden interés, nos sumimos en un estado en el que todo lo pendiente queda para septiembre sin el más mínimo atisbo de cargo de conciencia. Es cierto, que los trabajadores de la hotelería y de la restauración en las zonas turísticas, es cuando aumentan su actividad, pero el resto, recibe este mes como su mes de descanso y ocio. También es la época en la que se producen más rupturas de pareja. Sí, disculpamos que rompamos la magia e idealización de las vacaciones. Repetimos: es la época en la que se producen más rupturas de pareja. Las solicitudes de divorcio llegarán en septiembre, con el comienzo del curso escolar, pero ahora es cuando ese run run que lleva tiempo acompañándonos en la cabeza da la cara y se muestra en su máxima expresión.

¿Por qué tomamos la decisión de separarnos en verano?

 

Son muchos los factores que influyen en que sea en estos meses cuando tomamos la decisión de separarnos. Pero dos los principales:

1.- Por un lado, si la pareja coincide en el periodo vacacional debe enfrentarse a una convivencia más intensa que el resto del año, que queda diluida por el trabajo y los quehaceres del día a día. Es entonces, cuando debemos enfrentarnos a la realidad de nuestra relación. Surgen las discusiones, se agravan los roces y con tiempo pensar nos planteamos si es eso lo que queremos vivir para siempre. Una pareja que no nos llena, con la que no somos felices y con la que comprobamos que la vida pasa con un sabor más agrio que dulce. Puede ser, incluso, que la relación haya llegado a un punto en el que uno de los dos miembros de la pareja se sienta invisible a los ojos del otro.

2.- Por otro lado, si la pareja no disfruta del descanso en las mismas fechas, el miembro que está de vacaciones tiene más tiempo para pensar y escuchar a su corazón. Nos pasamos la existencia haciendo cosas, llenando nuestro tiempo y nuestra mente con deberes, obligaciones y cuando nos la tenemos nos las inventamos con tal de no enfrentarnos a la realidad. Pero cuando bajamos el ritmo y nuestra mente se libera, reparamos en que nuestra pareja no funciona y una vocecita interna nos dice que hay algo que podemos hacer.

Podríamos enumerar más razones por las que las parejas rompen más en estas fechas, pero estas son las principales y tienen el mismo origen: tiempo para parar y pensar. En la mayoría de los casos no será hasta septiembre cuando se actué y se materialice la decisión. Agosto también es un mes idóneo para recabar información y saber a qué nos enfrentamos cuando demos el paso.

Si quieres informarte sobre algunas  diferencias que hay entre separación y divorcio haz clic AQUÍ y consulta el artículo que publicamos hace unos meses explicándolo. Pero después vuelve, porque vamos a hablar a algo que te va a interesar si estás con dudas sobre el futuro de tu pareja.

Convenio regulador sí o sí

 

Cuando las relaciones se rompen envueltas en el conflicto, serán los tribunales los que tengan la última palabra. Cabe también la vía de la mediación en la que una persona externa cualificada para ello ponga equilibro entre las partes y el proceso se pueda llevar a cabo de una forma más amigable y menos costosa para el bolsillo. El peligro, sí, así como lo lees, el PELIGRO, está en cuando la pareja decide que la decisión es conjunta y que los acuerdos se harán entre ellos sin la intervención de abogados o mediadores. Lo que se llama habitualmente una separación sin papeles. Los casos que llevan a las parejas a tomar esta decisión son:

1.- Uno de los miembros de la pareja no quiere que la relación se rompa. Piensa que el otro solo necesita tiempo para pensar y que le convencerá para que vuelvan a estar juntos, que cuando se distancien el otro será consciente de que le echa de menos. Se muestra amigable aunque exponga su opinión y prefiere que no haya ninguna intervención legal para que la reconciliación sea más sencilla.

2.- Parejas que están convencidos que aunque el vínculo se rompa pueden seguir siendo amigos porque se tienen mucho cariño, o que son tan civilizados que por el bien de los hijos siempre actuarán en pro de lo que les sea más beneficioso. Establecen un reparto de los bienes oficioso y un régimen de visitas entre ellos sin que nadie intervenga.

3.- No tienen una economía saneada y cualquier trámite legal les resulta un lujo en ese momento. Deciden seguir cada uno con su vida y legalizar la situación más adelante, cuando los planetas se alineen y se den las circunstancias económicas para afrontar el proceso.

En cualquiera de los tres casos confían en la buena fe del otro y en la suya propia. Pero la experiencia nos ha demostrado que estas situaciones en el 90 % de los casos desembocan en conflictos mucho más sonados que si se hacen las cosas bien desde el principio. Y no es que partir de estas premisas sea hacer las cosas mal, es exponerse a un riesgo que es innecesario en todos los casos.

Al despacho llegan muchas personas que partieron de esa base y esto es lo que suele pasar.

1.- Una de las partes ha tomado la decisión sin vuelta atrás. De hecho, cuando se separa se da cuenta de lo que necesitaba que se rompiese esa relación. El que sigue teniendo esperanzas, al comprobar que estás se hacen humo, actúa en negativo y las acciones encaminadas a reconquistarla se tornan en acciones desagradables, intentando fastidiar y volcando su rabia e impotencia en la parte que tiene claro que es mejor continuar cada uno por su lado. Los acuerdos de palabra se esfuman y el conflicto y las discusiones se agravan hasta ser insostenibles.

2.- El punto 1 puede servir también en este caso. Cuando cada uno comienza a hacer su vida y se pierde la perspectiva de la pareja surge el individualismo. Pronto uno de los dos tendrá otras relaciones y por muy amigos que sean, surgen los recelos y los inconvenientes. «¿Por qué no se lleva a los niños cuando le tocan? Si tiene novia que la vea en otro momento». «¿Y por qué se tiene que quedar viviendo en la casa que compramos juntos? Mejor la vendemos que yo necesito el dinero para mi nueva vida». Y así, hasta el infinito y más allá de elucubraciones que generan una situación muy desagradable y que termina por romper ese cariño y «buen rollo» que en un principio se prometían las partes.

3.- En ese tercer caso partimos de que el motivo de no legalizar la separación tiene que ver con la falta de fondos, pero no suele estar la buena voluntad en el punto de partida. La mediación y llegar a un acuerdo conjunto antes de recurrir a los tribunales suele abaratar los costes y es normalmente posible negociar una forma de pago antes de tirarse los trastos a la cabeza.

Las cosas claras desde el principio

 

Reflejar los términos y acuerdos de separación en un convenio o ejecutando una separación de bienes desde el principio, son una de las pocas garantías que podemos adoptar para conseguir una separación o divorcio amistoso. Con un marco regulador establecido y ratificado por cada una de las partes se deja poco margen a la buena o la mala voluntad. Las partes deberán cumplirlas y estarán protegidas por la ley. Esto se hace crucial en el caso de las rupturas de pareja con hijos. En el supuesto de que una pareja en ese tiempo se de cuenta de que quiere volver a estar junta, y en el caso de que el divorcio se haya hecho efectivo, es más fácil casarse de nuevo que enfrentarse a todas las desavenencias que se producen cuando las partes dicen que actuarán de buena fe y terminan en una guerra que tiene un alto precio económico y emocional.

Después de contarte todo esto, si tomas la decisión o tienes dudas, llámanos y estudiaremos tu caso concreto para aminorar todos los posibles daños que se generan en una separación o divorcio.

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